La noche más larga

Qué recuerdos se me vienen a la cabeza de tantas noches como ésta, cuando el sabor de mi cumpleaños empezaba a quedarse en el olvido ante la fulminante llegada de la noche de Reyes. Qué recuerdos, sí, tan buenos, tan bonitos, tan... ¡Cabrones!

De esa eterna noche en la que no podías ni moverte de la cama porque si los Reyes te veían despierto no te regalaban nada, en las que aun menos, podías levantarte para mear (por mucho que la vejiga se te fuera a reventar en la cara y tus riñones te rogaran clemencia hasta dejarte sordo), cuando escuchar un ruido en el salón te producía la sensación más mágica y única que has sentido nunca, pensando que los Reyes estaban ahí dejándote lo que no habías pedido -pero que por huevos apreciabas-, y que en realidad eran tus queridos padres, a los que ves todos los días, hartándose a turrones y coñac, y tú todo feliz al día siguiente pensando que se habían comido todo lo que les habías dejado sobre la mesa -el coñac no incluido, pero las copas estaban igual-. Y tus padres, que se habían pasado hasta las tantas de la madrugada de fiesta, con un resacón de la ostia, encima eran crueles y no tenían nunca la intención de despertarse a las seis de la mañana, como tú querías, para abrir los regalos. Y te seguían insistiendo en que estaba prohibido salir de la habitación, obviando que tu vejiga no daba para más y que insistía en sobrevivir por algún tipo de milagro Navideño.

Eran esas noches en las que te creías todo, incluso lo de que unos camellos del desierto entraban por el balcón de ese cuarto piso en el que vivías, sin cagarse ni mearse, sin romper nada, sin babear... porque eran los camellos de unos Reyes M A G O S, osease, con poderes. Y esos camellos, junto con sus tres monturas, eran capaces de viajar por todo el mundo en una sola noche, dejando regalos en la casa de todo Dios -aunque a dios sólo dieran oro, incienso y mirra xD-, y siempre había quien recibía más regalos que tú (cosa que tú no entendías cuando siempre te habían estado hablando de igualdad y bla bla bla).

Y hoy es esa noche... Qué bonito.