Se acabó lo bueno

Qué duro me resulta siempre el último día antes de volver a Granada, sobretodo después del verano. No porque me deprima el irme de aquí (aunque un poco triste sí que es, más que nada porque se acabaron las comodidades de vivir en casa xD), sino porque es agotador. Que si preparar la maleta, que si ir a casa de padre, tíos y abuelos para despedirse, que si localizar al casero para que me dé las llaves mañana, que si ahora cena con mi madre,... No hay casi un puto momento en el que pueda sentarme y disfrutar de mis últimos instantes en Tenerife, que total, en Navidad vuelvo y no habrá sido para tanto (aunque estas Navidades voy a estar lo más mínimo, con esos ochos días que me piro a Londres a pasar el fin de año :D -sí, los ocho días voy a estar celebrándolo-).

Lo que me desmoraliza de días como hoy es pensar en las ocho horas de viaje en total (sin contar traslados aeropuerto-estación-otra estación-piso) que me esperan mañana. Lo medito un poco y me agoto, y eso que estoy acostumbrada a esas travesías y sé que entre sobar, leer y la DS se me pasan más bien rápido. Pero, joder... cansan. Para luego, al día siguiente, ponerme a estudiar, y al otro presentarme a examen y volver de nuevo a coger la guagua de vuelta a Madrid, y de Madrid, a Lisboa.

Me agoto. ¿Entre cuándo y cuándo descanso, macho? ¿Nunca?

Encima este es mi último año, con prácticas de por medio, y la amenaza de mi madre de "O apruebo todas o muero de una forma sádica" en el aire. ¡Yuju!

Vamos que... Espérame Granada, que ahí voy.

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Acojonante

Empiezo a plantearme a qué clase de grupo admiro cuando, buscando el Google algún posible signo representativo de la guerra para complementar un trabajo, me encuentro que lo primerito que me sale es esto:


Ahí, los 30 Seconds to Mars (en primer plano y sesión doble), antes incluso que el Reich o el símbolo de la paz.

Vamos, que la Secta ha ascendido a Milicia. Cágate en las bragas, Leto.

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