Sólo tú. Siempre tú.

Podría dedicarte mis mejores "Te quiero".
Podría entregarte mis más sinceras palabras escondidas en este cuaderno.
Podría hablarte de todo aquello que he guardado durante tantos y malgastados años, y aún así no conseguiría lo que yo más anhelo: tú.
Sólo tú. Siempre tú.

Somos patéticos.
El ser humano es patético.
Yo soy patética.

Nos pasamos toda la vida deseando aquello que no podemos tener por el simple hecho de no tenerlo, y nos olvidamos de esos deseos una vez que ya se han cumplido.
Caprichos del momento.
Caprichos al fin y al cabo.

Tú eres mi capricho... porque no te tengo, ni puedo.

Malgasto una noche esperando una llamada, un mensaje en el que me digas "Voy para allá", como aquella vez, ansiando verme, así como yo ansío tu imposible llegada.
Porque sé que no vendrás, y aun así te espero.
Espero.
Y espero... Por ese mensaje. Por ese sueño.

Como es un sueño, basta con despertar. Basta con darse de bruces con la realidad y recordar que no eres mío. Basta todo eso para silenciar los sentimientos a base de ojos que no lloran pero que se irritan, más un buen desahogo con el alcohol.

Beber.
Beber hasta que el corazón se te salga por la boca envuelto en un manto de bilis, escupiendo a desparpajo todos esos sentimientos que se callan. Arrojas tus penas, tus llantos, tu dolor, tu angustia.
Todo.
Porque es la única forma de ser sincero contigo mismo, de expresar que lo estás pasando mal muy en tus adentros, y que nadie, salvo tú mismo, puede ayudarte.

Joder. ¿Por qué duele tanto?

¿Por qué siempre eres tú, y sólo tú?