¿Dónde?

>> miércoles, 18 de marzo de 2009


Hay siempre tres cosas que extraño de Tenerife: el acento, el poder decir palabras como 'chola' y 'guagua' sin que nadie me mire como si fuera de otro planeta, y el mar. Sobretodo el mar. Se me hace raro el levantarme por las mañanas y no encontrarme ese inmenso oceáno azul frente a mis ojos cuando subo la persiana. Más bien, no me gusta. No me gusta esa visión del edificio de enfrente, viejo y aburrido, ni ese trozo de montaña que hay más allá donde se alcanza a ver las viejas ruinas de lo que fuera un cortijo, dándome los buenos días. No desprecio lo que veo, pero se me hace raro no ver un trozo azul que no pertenece al cielo allá donde voy. Sólo hay edificios. Edificios Osuna. Todos iguales.

No digo que Granada no me guste. Que no me gusta. Me encanta. Pero han sido dieciocho años viviendo en esa isla como para extrañar todo eso a lo que estoy acostumbrada. Me gusta cuando la gente reconoce en mi forma de hablar un acento raro, una fusión horrorosa entre andaluz y canario, y me pregunta: ¿Tú no eres de aquí, verdad? Me gusta que me pregunten de dónde soy y que muestren interés. Cuando me piden que les describa cómo es, se me ilumina la cara. Me modero bastante a la hora de presumir de isla, siempre prevengo que no se fíen de lo que ven en las guía de viaje -siempre tan maravillosas y estupendas, tan falsas y engañosas en su mayoría-, pero es verdad que me encanta guiarles por las tierras que me vieron crecer. De algún modo, es como si yo me trasladara de nuevo a ese lugar, y me gusta compartir la experiencia. Quiero a esa isla lo mismo que la odio. La odiaba porque me oprimía, era demasiado pequeña para ese mundo tan grande en el que vivimos. Pero la quiero, la extraño. Por eso siempre será un lugar al que volver.

Sé que suena frívolo decir que lo único que extraño de ella son esas tres cosas. ¿Qué pasa con la gente? ¿Con mis amigos?

Eso no lo considero parte de Tenerife, sino de mí.

Cuando me marché tan decididamente de allí para cursar la carrera aquí en Granada, no sentí dolor, ni pena. No porque no me importara lo que dejaba allí; todo eso lo consideraba recuperable. Sabía que cada Navidad, Semana Santa y verano volvería a casa, que volvería a ver y a estar entre todo eso con lo que siempre he crecido, que disfrutaría de mis amigos una vez más. En Tenerife está mi hogar, mi familia, gran parte de mi historia. Lo segundo me 'obliga' siempre a regresar. Por una razón o por otra, sé que siempre tendré excusas para volver. Por eso no me dolía cuando me fui; porque no me iba para siempre, porque eran sólo tres años.
Ignoro qué haré cuando termine la carrera. Seguramente volveré, aunque no sé si es lo que quiero realmente. La adoro, en serio, pero no es mi lugar. Sigue siendo demasiado pequeño.

Una vez, hablando con un amigo, le confesé que me daba un poco de miedo terminar la carrera. A mí me daría miedo no terminarla, me dijo muy sabiamente. Y es verdad, pero no me refería a eso. Para mí, terminar la carrera significa volver a casa. Como imaginé, vuelvo con esos amigos que no me dolió dejar porque sabía que volvería a verlos, con mi familia, al lugar de siempre. Al contrario que esa vez, dejar Granada sí me preocupa.

Desde que soy muy pequeña, siempre he visitado todos los veranos el pueblo de mis tíos. Es una tradición que puedo recuperar cuando me vaya, pero no sé si ahora quiero reducir mis visitas sólo a eso. He conocido a ciertas personas de las que no quiero separarme; con muchas de ellas habló más por msn que verlas cara a cara. Hablar por msn es algo que puedo hacer desde mi casa, pero no existe el consuelo de que, si quiero, puedo quedar con ellos a determinada hora en determinado lugar. Y eso duele. Duele porque por primera vez en mucho tiempo siento que pertenezco a algo; he descubierto que hay cuatro personas en mi vida que me completan, y sólo una de ellas lo sabe. Si vuelvo a casa, ¿seré de nuevo ese ser incompleto?
Allí también tengo personas que me llenan, pero no es lo mismo. No quiero perder esos sms que digan: a las 4.30 en el Casa, esos sms que sobran porque a las 4.30 siempre estás allí sin que nadie te lo diga. Porque siempre hay alguien allí con quien quieres estar, siempre hay alguien que levanta la cabeza y te sonríe. Es agradable, por no decir increíble. Es agradable que siempre haya alguien que quiera saber cuándo vuelves al pueblo para quedar contigo, incluso cuando te condenan a cinco horas en La Bodeguita para cogerte el catarro del siglo, pasar una noche de mierda y levantarte al día siguiente con voz de camionero, modelo Pegaso según ese cabroncete de turno que se ríe de ti. Puto tú.

Es muy tontuno sentirte plena incluso cuando alguien se ríe de ti o contigo de ese modo, porque tienes a ese alguien, con esa confianza y cariño para que no te importe. Porque lo es aún más cuando alguien te llama 'Morritos' y tú eres la primera que se ríe, porque porprimera vez en mucho tiempo ponerte un mote no es señal de que se están riendo de ti para hacerte daño, sino de que te aprecian, de que existe un extraño y maravilloso vínculo que hace que todo surja desde el cariño, sin macabras intenciones de por medio.

Estando en Granada, y sobretodo en Alcalá, ocurren cosas tan increíbles como las visitas inesperadas de mi primo, sin importar la razón por la que haya vuelto, y sólo con verlo, empiezas a sonreír. Porque de repente una persona que de pequeña te acojonaba tanto se ha convertido en alguien con el que puedes estar dos horas sentada bajo un ciprés sin apenas decir nada, disfrutando del silencio. Porque cuando te das cuenta llevas horas caminando por el campo en compañía de esa persona y su famélica perra, hablando de cómo arreglar el mundo, o intentando averiguar cómo enfocar nuestras vidas, en busca de consuelo.

Aquí puedo llegar a un ensayo y siempre hay alguien que, sin más, me abraza. Mara y Zy me enseñaron a tolerarlos y a quererlos; Dani me mostró cómo necesitarlos. Es extraño darte cuenta que alguien te aprecia tanto cómo para alegrarse hasta el punto de abrazarte, sin más. No porque sea la persona más cariñosa del mundo y se pase media vida haciéndolo, sino porque te ve y es lo que le surge. Y tú lo notas, lo sientes. Sigo siendo lo más raro del mundo para un abrazo; tanto como para darlo como para recibirlo, pero a veces me sorprendo pensando que tengo ganas de ver a alguien y que lo primero que haré será abrazarlo. Salva, sobretodo; se ha ganado con ello el papel de osito de peluche. Mi osito de peluche (cursilerías aparte. O no tanto).

No sé. Es tan genial. Es genial incluso cuando Marina y yo nos picamos a muerte, apostando desayunos, sobre qué canción suena en el bar, si es de los Rollings o de los GnR, y resolviéndonos dudas existenciales al día siguiente de formularlas, en vez de ignorarlas como hacen muchos. Porque existen horas cosiendo un chaleco a ojímetro que son especiales, mientras bailamos Magic Dance.

¿Entiendes por qué me da miedo volver a casa?
¿Dónde está realmente mi hogar?

Sé, Marino, porque seguramente tú leerás esto (el único, supongo), que te sonará cursi y extraño. Pero da igual. Decidí no ser tu amiga, ¿no? Y aun así seguiré intentando sacarte fotos en los conciertos en las que no salgas haciendo caras raras. Porque soy así de buena, y porque aun como no-amiga tengo ganas de conocerte e ir a un jodido salón del manga contigo a frikear, que es muy sano.

Pero bueno.

Tranquilos. No me estoy muriendo ni nada, que es lo que parece al releer todo esto del final. Simplemente me apetecía decir esto sin buscarle algún sentido ni un referente, porque por primera vez en mucho tiempo, siento que me estoy curando de verdad en lo de estar triste. (Y a pesar de este tocho, siento que no he dicho todo lo que tenía que decir....)

Gracias. Gracias a los que habéis invertido tiempo en leerlo también. Yo llevo horas haciéndolo. Nunca algo me había costado tanto...

4 huellas:

Iria 18 de marzo de 2009, 5:18  

Mariconadas!

Es broma. Te comprendo mil y en cierta forma me jode, aunque por otra parte es bonito.

No tengo solución, no tengo respuesta, así que, como diría ese gran sabio que es Peter; haz lo que te salga, o no hagas nada.

Marino 19 de marzo de 2009, 4:38  

Hombre, para ser mi no-amiga te portas bastante bien, te vas a convertir en mi no-amiga favorita xDD

Para frikear no hay que ir al salón del comic, que además te cobran, para luego... gastarte más dinero aún en comics? xD

Absurdo.

En fin, que Alcalá mola, mola mil.

Jop! Pa mi ke si esta tarde voy al Casa no va a haber nadie a las 4:30, esto de tener puente y vosotros no... no mola, bueno, mola algo, pero lo justo xD

Mara in Fabula 20 de marzo de 2009, 13:58  

En parte esta entrada me hace sentirme identificada, por ese complejo de siren@s que tenemos los canari@s y por esa misma sensación de que aunque maravilloso, ese lugar es demasiado pequeño.
En la otra parte, me alegra muchísimo que te sienats así, que hayas encontrado tu lugar.
Un beso grande peque!!!

Pado 20 de marzo de 2009, 14:30  

eso es un caso de desarraigo totalmente normal. Estas echando raices en un sitio ajeno a tu hogar, y te asusta pensar que eso implique renegar o anular lo vivido, o darle menos valor del que tiene. Pero hay que progresar, hay que tirar para adelante. Y np creas que eres la unica, a mi de aqui a nada me tocara coger los trastos y establecerme en la otra punta de la peninsula, y eso me asusta, pero mira, hasta los 18, mi pueblo era mi vida, y no me hubiese importado establecerme alli. A los 20, no me decidia entre estar ahi o en valencia (donde estudio), decision que se inclino a favor de la ciudad a eso de los 23-24 años, y ahora...quien sabe...para un pez, un acuario es su "todo", y aunque un acuario es capaz de albergar experiencias geniales para un pez (ligarse a esa pez naranja, irse de farra con el pez luchador, etc.) en el mundo hay miles de acuarios, y potrollones de rios, mares, etc. imagina TODO lo que se esta perdiendo ese pez!

Y la moraleja es...el sitio donde vivia la Pantoja, no? ; P

Y Marino, el Salon del Manga mola, aunque solo sea para reirte de los cosplays cutres.

About This Blog

Lorem Ipsum

  © Blogger template Sunset by Ourblogtemplates.com 2008

Back to TOP