El maldito día en que decidí ser, estar y parecer

>> martes, 28 de abril de 2009

No estoy bien. No estoy mal. Supongo que mucho más de lo primero con mis altibajos, pero creo que eso le pasa a todo el mundo. Hay días en lo que simplemente te pones a pensar más de la cuenta, analizamos cosas que es mejor no analizar y decaes un poco. Es ese fatídico momento en el que alguien te dice que no te rayes, porque cuando yo pienso demasiado entro en un estado de depresión profundo.




No es así, joder. Puedo prometer por todo lo que haga falta que no soy una persona con tendencia a “rayarse” hasta un punto crítico y preocupante. No necesito que nadie esté pendiente de mí como si en cualquier momento fuera a desplomarme. No sé por qué, desde hace ya bastante tiempo, me da miedo decir que no me apetece hacer nada por simple desgana sin provocar que más de un par de ojos me miren alarmados, como si fuera a estallar la tercera guerra mundial o qué. No me considero un ser débil y demasiado dependiente como para que más de uno intente cuidarme. Lo agradezco de corazón, en serio, pero por favor, no me toméis como si fuera una pieza delicada con tendencia a romperse. Todos tenemos nuestros problemas en la vida y nuestro modo de afrontarlos. Puedo asegurar con un 99’9% de credibilidad que estoy perfectamente, que no me siento desgraciada ni mucho menos. He pasado mis más y mis menos y he tenido razones para, de vez en cuando, sentirme menos fuerte una vez pienso en determinadas cosas. Creo que es algo que nos pasa a todos. Unos días estamos bien y otros, sin venir a mucho a cuento, no nos apetece salir de casa, aunque haga un día espléndido y tus amigos te propongan montón de cosas. Hay días en los que quieres disfrutar de un momento a solas para contigo mismo, y yo no soy un bicho raro en eso. Quiero vivir de mi soledad, no de un modo ermitaño en el que no quiera saber nada del mundo, pero sí, por un momento, tener ese momento que es sólo para mí. No quiero que cada vez que diga “no me apetece”, “no quiero”, “no tengo ganas” y frases similares, alguien enseguida me salte con que si estoy bien, que lo agradezco, pero me hace sentir mal. Hace que me vea como si todo el mundo, al oírme hablar, esperara que de repente me pusiera a llorar o a quejarme, a lamentarme o a gritar. No puedo estar de un humor excelente las 24 horas del día los siete días de las semanas. Me guste o no, siempre pasan cosas que destrozan mi sonrisa y lo cambian por el ceño fruncido y esas cosas. Es inevitable.




Sé que soy muy rara a contarle mi vida a la personas. Me cuesta horrores decir lo que verdaderamente siento en un momento dado. Pocas personas consiguen sonsacarme algo más que un “no me pasa nada” o un “no importa”. Lo peor de todo es que, cuando presumo de tener un vocabulario más extenso, me siento culpable. Me siento así por estar robándole un poco de tiempo a esa persona, porque una vez que confío en alguien y le cuento lo que me pasa, tiendo a repetirlo con esa persona una y otra vez. Son pocas personas en las que confío realmente y siempre son a ellas a las que aburro más con mis historias. Lo sé, lo sé. Eso es la amistad y blablabla. Lo que me pasa es que, con mis cambios de humor frecuentes, algunos razonados, parece que siempre estoy de bajón y que alguien tiene que tirar de mí. Al mínimo momento que hago amago de pensar más de la cuenta sobre mí, por mero placer, ya hay alguien que me suelta que de nuevo vuelvo a rayarme con lo mismo, que no debería darle tanto a la cabeza. Sólo es un momento, un momento en el que necesito hablar, aunque no vaya a obtener respuesta.




Soy consciente de que, aunque no ofrezco mucho a cambio, hay cierto número de gente que confía en mí porque soy alguien dado a escuchar. Hubo un tiempo en el que pensé que era egoísta pedirles el mismo favor a cambio. Por eso me siento mal cuando intento hablar de mí, de lo que me pasa. He acostumbrado tanto a la gente a que me hable de sus problemas y darles consejos, que parece como si yo no los tuviera. Aprovecho ya para decir, aunque se salga un poco de todo esto, que los días que no suelto más de un “ah vale”, “te entiendo”, etc., es porque tengo demasiadas cosas en la cabeza que son mías y que, egoístamente, en un orden de preferencia, van primero a todo. Cuando tengo suficiente con lo mío no quiero que nadie me cuente sus cosas; me sobrecarga. Lo malo es que luego quedas como un mal amigo, y ya tienes otro problemón más. El día que decides no escuchar, ten por seguro que nadie te va a escuchar a ti. Entonces me cabreo y decido, por millonésima vez, que seré la cara feliz de siempre que tiene una vida dicha y plena, donde no existen las piedras en el camino donde caer al suelo y quedarte sin dientes.




Hasta que no puedes más y necesitas robarle un poco de tiempo a alguien, en el que por primera vez en mucho tiempo quieres ser protagonista. ¡Qué egoísta soy! Y como tú, siempre con tu cara de apariencias, muestras que tienes también cosas que te preocupan, como incidas mucho en ello eres ya demasiado vulnerable y peligrosa.




Odio que la gente piense que soy un ser roto, que los días en que soy completamente esa loca que hay en mí, lo miren como si fuera una tapadera. Pues no, estoy como una cabra y es de las cosas que más me gustan de mí, por mucho que me miren raro. No me gusta que el día que me levanto sin fuerzas me traten como si fuera una niña pequeña a la que deban consolar y mimar en exceso, que ese es mi verdadero yo que estaba oculto dentro y que hay que andarse con cuidado para que no lo saque a pasear demasiado; o, por el contrario, que no me traten, como si simplemente fuera una racha que ya pasará. Sí, pasará, cuando pulse de nuevo ese botón que me pone a mil por hora y deja los problemas en un ataúd sin enterrar. Porque cuando te topas con esa gente a la que le encanta contarte sus movidas pero le soplan totalmente las tuyas, lo único que te queda es fingir que nada ha pasado y resolver tus dudas por ti sola. A veces todo se resume en algo tan sencillo como un sincero “No te preocupes…”, saber que de necesitarlo, alguien apoyará la mano en tu hombro y te dará ánimo… No pido más. Con eso me basta. Otras basta con que me escuchen y no digan nada, porque mientras hablo en voz alta yo misma me voy aclarando las ideas, y más o menos me basto yo sola.




No preciso de una atención especial. Ahora la he cagado y no he podido más. Intenté hablarlo y de nuevo me acosaron con problemas que no son míos, y que encima, estoy harta de escuchar. Siempre la misma historia y los mismos cuentos, que ya no sabes qué más aportar,… acudes en pos de un poquito de oreja que te escuche, y es la misma historia de siempre. Viene a ser un gran “que me den”, ¡y mucho que me dan!




Me he acostumbrado ya.




Pero a pesar de este arrebato de protagonismo en mi blog –sobran los comentarios ahora-, no quiero que me pregunten nada sobre la parte final. Estoy bien. Es todo lo que me queda y nadie me lo va a quitar.





Si has leído esto entero, no sabes cuánto lo siento.

2 huellas:

Marino 28 de abril de 2009, 11:24  

La ultima frase sobraba.

En fin, te dejaré en paz hoy, pero ya sabes que cuando lo necesites puedes contarme las cosas.

Ala fea! xP

andrés 28 de abril de 2009, 12:00  

Las personas como tú jamas podran ser protagonistas de los demas a quienes escuchas (lo sé por experiencia propia)A veces es mejor escparse por unos dias de todo para volver a tomar fuerza para volver a escucharlos, si eres fuerte sabras que sólo te necesitas a ti para esucharte y si no? busca gente nueva y ponte una mascara de ti misma, quizas divago... y te paresca tonto.. en fin...

Lo lei todo y me gustó tu sinceridad

saludos

andrés

About This Blog

Lorem Ipsum

  © Blogger template Sunset by Ourblogtemplates.com 2008

Back to TOP