Desvaríos II (han sido más seguro, pero bueno)

>> viernes, 29 de mayo de 2009

Las pedidas de matrimonio que salen en las películas siempre dan diabetes, fue a la conclusión a la que llegué ayer tras ver la promo del próximo capítulo de Anatomía de Grey en Cuatro.
Mis compañeras se mearon vivas con lo de la diabetes; sin embargo, lo decía muy en serio. ¿Realmente hay que llenar una habitación de velas, pétalos de rosa sobre la cama, un champán caro y música ambiente para darle a una persona un anillo? ¿No se les ocurre que todo puede acabar ardiendo? ¿Por qué cuánto más arriesgada y currada esté la escena es más bonita? ¿Cómo coño son capaces de soltar semejantes discursos de cinco minutos que a fin de cuentas sólo vienen a decir “Te quiero”? Vale, lo sé… Para muchos no es un secreto que no soy una persona que crea fielmente en el matrimonio, cada año menos. Y es curioso. Hasta hace sólo dos años pasaba los días escribiendo las historias de amor más imposibles del mundo, en el que abundaban frases mega empalagosas que nadie –y digo nadie- es capaz de decir a no ser que las tenga apuntadas con rotulador en la mano. En mis personajes se reflejaba mi deseo de vivir una historia de amor épica, en el que abundaran continuos momentos como el de la pedida de matrimonio empalagosa y detallista a diario, porque sí, porque simplemente se querían y ese amor les motivaba a partirse la crisma por el otro. Adoraba pasarme largos minutos pensando la frase más poética y bonita que a alguien se le podía ocurrir jamás, una de esas frases que es casi imposible que alguien la suelte de forma espontánea en un momento dado a no ser que la tenga apuntada en la muñeca. No sé dónde quedó esa faceta mía como escritora… Supongo –no lo sé- que ahora he crecido un poco, he vivido mis propias historias y he comprobado que el amor no se basa sólo en eso. No dudo que existan personas tan sumamente detallistas y románticas a las que les encante sorprender a diario a sus parejas, no sólo en las películas, pero es que hay veces que ya se pasan en exceso. Creo que ya está bien de idealizar el amor.

Existe el dolor de cuando te rompen el corazón o la impotencia de ver cómo un amor de años se apaga sin que puedas evitarlo. No siempre es para siempre (valga la redundancia).


Cuando todo ese despliegue de sentimientos y vivencias eran desconocidas para mí, me encantaba leer novelas de Nora Roberts con tal de hacerme una idea de lo que era. Supongo que por ello sufrí un momento de crisis al descubrir que a no todos los tíos les quedaba bien ir descalzos y en vaqueros, que no todos despiertan esa misma atracción sexual que a sus protagonistas, que no siempre alguien te llevará el desayuno a la cama y te hará el amor junto a la chimenea en una cabaña en mitad de la nada. Creí que en el amor era todo así, que se acercarían por tu espalda de improviso y te besarían detrás de la oreja. Si cosas como esa no pasaban, daba por hecho que algo no iba bien. Quería mis frases imposibles sin apuntar en la mano, el amor a primera vista, momentos muy currados; momentos diabéticos al fin y al cabo. A veces es curioso cómo surge en ti una persona que no conocías cuando estás íntimamente con alguien, las cosas que eres capaz de pensar y sentir, la pequeña forma en que te transformas a pesar de seguir siendo la misma de siempre. Los hay que se vuelven completamente tontos, dicen cursilerías a mansalva, ríen como idiotas y lo basan todo en comerse la boca sin apenas respirar –como viviendo continuamente en la etapa adolescente-. Creo que por eso al principio era incapaz de estar con alguien, porque me aburría. Me aburría de ser una moñas, de quedar para darme besitos en un lugar donde no nos vieran nuestros padres, de hablar de cosas sin sentido que no iban a ninguna parte; bueno sí, a meterse un poco de mano. Lo que yo quería era mi escenificación de una de esas novelas de amor.

Pero no era del todo así. Era mucho peor.

Creías vivir únicamente por y para esa persona, donde si no estabas con él te morías del asco, donde los momentos perfectos del día eran aquellos en los que estabas con él y el resto del tiempo pasaba sin más, a lo loco, con nervios. De repente sólo querías hablar de él y pensar en él; te colapsabas a ti misma. Te volvías completamente idiota. En mi caso, además, pasaba las horas perdidas pensando en las cosas románticas que haría, las maneras en que lo sorprendería, las cosas bonitas que le diría sólo por cumplir con lo que había visto en las novelas de Nora Roberts. Porque así era como funcionaba todo, y el idílico final estaba en el matrimonio, no en la tremenda ostia que te pegabas al caer de tu nube, doliendo incluso durante meses.

¡Cómo ha cambiado mi forma de ver las cosas! Y sinceramente, doy gracias por ello. En lo poco que escribo hoy día, con mucha menos asiduidad que antes, siempre hay un trasfondo romántico, lo amito, pero ya no hay frases imposibles ni momentos ingeniosos, aunque sí un breve llamamiento al amor, algo que está ahí sin ser del todo protagonista. En la vida hay tantas cosas que no podemos centrarnos sólo en una; se complementan las unas a las otras, se pelean entre sí, unas nos ayudan a seguir adelante y otras nos ponen más piedras en el camino. Nos aferramos con fuerza a las que más fuerza nos dan y todo parece ir mejor. Curiosamente, cuando estás enamorado todo parece marchar bien porque te tomas las cosas de otro modo. Eso sí es un hecho destacable; el impulso que te da para enfrentarte a todo, saber que alguien te quiere para no rendirte –aunque suene triste-, notar cómo te llenas a través de cosas que desconocías. Sin poemas en la mano, momentos de película o risa idiota. No quieres más a alguien porque le des más besos –sea en los labios, detrás de la oreja, o en la mano- aunque reflejen claramente aspectos de intimidad, cariño y conexión. Me sobran tantas cosas que están tan sumamente idealizadas…

Conozco personas a las que les encanta escribir esa perfección idealista casi imposible y por ello hemos chocado mucho últimamente. Yo entiendo que les guste usar sus escritos para soñar imposibles, para conseguir lo que más nos cuesta (al fin y al cabo, la escritura está para eso), pero ellos no comprenden que yo no pueda asumirlo y me tachan muchas veces de fría o de qué sé yo –porque lo que más consiguen sacarme es un “No está mal, está bastante bien escrito y es realmente un momento bonito, pero es tan jodidamente falso, poco probable o fantasioso que no me lo puedo tragar cuando lo que pretendes venderme es una historia supuestamente real”. Así soy yo. Si me pintas la fachada de una casa en ruinas hasta parecer completamente nueva yo seguiré pensando que de un momento a otro se caerá-. Admiro, y siempre lo he dicho, el léxico tan amplio que tienen esas personas para describir los sentimientos más sencillos y puros con un alarde de adjetivos y extrañas similitudes hasta un punto que tienes que leer dos veces una misma frase para entenderlo como corresponde, para saber que donde dice: y el sol parecía brillar con más fuerza ahora que las nubes huían despavoridas, en realidad dice: el tío estaba feliz. Punto. No comprendo porque no pueden poner que el tío estaba feliz sin más y dejar a las nubes tranquilas. La gente sencilla y disléxica como yo lo agradeceríamos mucho. Al fin y al cabo, cuando yo estoy feliz no pienso en fenómenos atmosféricos. (¿Cuántos amantes de la escritura se me echarán encima por tener tan poco gusto por los buenos escritos? Porque, eh, saber expresarse así es digno de admiración y más. Soy muy consciente, pero no comprendo esa pasión por complicar lo que es fácil cuando, además, existe una palabra que ella solita abarca todo ese significado). (Paréntesis dos: ¿será envidia cochina?).


Idealizar. Maquillar. Decorar. Enfermar. No sé lo qué es. Los sentimientos ya son complicados por sí solos como para que encima los personifiquemos con elementos de la naturaleza hasta el punto de no saber si me estás hablando de amor o de la planta que tienes colgada en tu habitación. Es verdad que puede crecer y hacerse más hermoso, o marchitarse sin remedio, como una flor, pero no es necesario describirme hasta la fase de la fotosíntesis para que yo me cosque de ello. Saber adornarlo de esa forma no lo hace más hermoso, al menos no para mí. Se enriquece mi vocabulario, puedo incluso conmoverme porque la relación entre esas palabras casi extrañas en una misma frase sí hace una línea hermosa, pero no lo entiendo bien.
Para que algo sea perfecto no hacen falta los hombres perfectos que tanto le gustan a la Roberts, ni esas situaciones idílicas que se suceden continuamente, ni los discursos imposibles… La perfección está en saber sacar lo bueno de las imperfecciones, que algo tan sencillo o tan vulgar pueda hacer feliz a uno.

Podéis escribir lo que queráis que para eso está la imaginación y ese magnífico don de saber transmitir lo que ronda por nuestra cabeza, pero luego no os enfadéis si os digo que no me lo creo porque me parece de todo menos real. No intentéis engañarme; mucho menos joderme.

(Estoy intentando abarcar todos los puntos en los que alguien podría decirme un par de cosas para ahorrarme luego el responder xD pero me cansé) Sólo digo:

¿Por qué siempre la notas de turno necesita que su amado se plante en el aeropuerto para decirle que no se vaya (soltándole el discurso del siglo), y no es capaz de tomar esa decisión por sí sola, simplemente por lo que ella misma siente sin que nadie le induzca a nada? ¿Y por qué el notas espera hasta ese último minuto para decírselo? ¿Sonarán violines también si alguna vez me pasa algo así?

Con esa bobada termino el desvarío de hoy.

2 huellas:

Iria 29 de mayo de 2009, 3:51  

You know what the epic love is, the EPIC love, bitch.

Sí, sonarán violines. Y un icono potador gigante aparecerá sobre vuestras cabezas para dejar clara mi opinión en este asunto. Me encuentro yo con un tío así y me despollo tres días seguidos.

Yo te comprendo, ya lo sabes. Una vez tuve que dejar un libro, no me acuerdo cual ni de que autor, porque el tío se pasaba página y media describiendo como el prota sube del portal a su casa (seguro que en el primer piso) fijándose en como un rayo de la luz más tenue de la mañana se filtraba por entre las celosías de los tragaluces formando unas curiosas formas en el pavimento de madera raído que ya apenas combinaba con las paredes envejecidas por el paso inevitable del tiempo y como eso le recordaba a su extraña relación, ya terminada, con fulanita porque las arañas que tejían sus telas en las esquinas del edificio representaban a la entrama red de esta sociedad en la que vivimos... así hasta el infinito. MODO HISTERICO ON ¿Pero esto que mierda es??? Sube la escalera y entra en casa!!!!!!!!! *cierra el libro, lo tira debajo de la cama y se va a domir* MOMENTO HISTERICO OFF.

Y eso. EPIC love. I say no more.

PD; la palabra que tengo que escribir para poder publicar es matesake, ¿por qué me suena tan porno? XD

Lur 29 de mayo de 2009, 4:37  

Porque con solo intercambiar la a por la e se convierte en un término sumamente interesante xDDDD

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