La bola de cristal

>> viernes, 29 de enero de 2010

Otra etapa más que se cierra. Después de cuatro meses, terminé las prácticas.


Llevaba ya tiempo deseando que se acabaran, porque eso de levantarme temprano y pegarme un curro de cinco horas sin cobrar no mola nada, pero por otra parte, saco mi lado sensible y admito que algo de pena sí me da, porque cuatro meses son más que suficientes para cogerle cariño a esos niños y porque siento que mi labor se ha quedado a la mitad, y no me gustan las cosas a medias. Me jode, porque ahora era cuando estaba empezando a despertar; los proyectos salían por sí solos y no me ha dado tiempo a concluir ninguno, las ideas se han quedado ahí...

Quién diría. Antes de estos cuatro meses estaba en un momento de crisis, preguntándome si había perdido dos años de mi vida preparándome para algo que a lo mejor no estaba hecho para mí. De siempre me han gustado los niños, aunque es una atracción que siempre he guardado muy dentro, entre los confines de mi jodida frialdad y mi desapego y lejos de la atención adulta. Para nadie que me conozca es un misterio que me metí en Magisterio por descarte, debido a las pocas opciones que me dejaron mis padres, y aunque no fue mi absoluta prioridad, he de decir que sí estaba entre mis últimas elecciones. Ingresé, un poco desconsolada aunque dispuesta, y más que dispuesta, a sacármela. Confiaba en los niños y en mí cuando estoy con ellos para seguir adelante.



Sin embargo, la carrera se encargó de hacerme olvidar todo eso. Cuando estas allí, no sientes en ningún momento nada de lo que será tu trabajo. Las ganas mueren, piensas más en el hijo puta de tu profesor antes que en los niños. De hecho, la idea de que algún día trabajarás con infantes es casi metafórico. En los trabajos te piden que te enfoques en algo para ellos; grandes dosis de imaginación, tienes que confiar que esto es así o asá. ¿Cuántos de nosotros hemos muerto entre clase y clase? A mí me destruyeron la ilusión y sé que de no ser por las prácticas, seguramente terminaría la carrera porque ya son tres putos años invertidos en ella y porque al menos, tendré algo que aportar al mercado laboral (aunque un profesor sin motivación... es mejor que se quede en la cola del INEM). Ahora sé que puedo dedicarme a ello sin sentir que estoy cometiendo un grave error.
Es verdad que quiero ser y hacer más cosas antes de encerrarme en un aula, y que intentaré como sea hacer lo que he querido hacer desde siempre. Al menos, si no sale como tiene que salir, he visto que ser profesor no será una elección que me mantenga en una continua depresión. Sé que lo disfrutaría.

Estos cuatro meses me lo han confirmado. Cierto es, como decía, que en este tiempo no he tenido la ocasión de dejar fluir la imaginación como me hubiese gustado, o que los proyectos que inicié tendrán que terminarlos otros (He conseguido que pongan una puta huerta en el colegio... Bien por mí xD). Pero viendo lo que vi hoy, en la despedida de mis compañeros y la mía, siento que aun en nuestra inexperiencia hemos conseguido algo. Y eso es, hacer feliz a más de un niño.
No lo entendí hasta hoy. La mayoría de niños del colegio están en una situación complicada (padres que acaban en comisaría por una pelea, un padre que está en la cárcel, la madre que sigue en Marruecos, niños a los que se llevan los asistentes sociales,... y un gran etc). Tienen tantos problemas en casa que agradecen cualquier gesto de cariño que les venga de fuera, cualquier muestra de aprecio o el simple hecho de que alguien les haga caso.
Me alegra haber amenizado los días de cada uno, despertar de nuevo sus ganas de ir al colegio,... Siento que nuestra labor como prácticos ha sido más que fructífera, que nos hemos implicado como era debido y que hemos conseguido algo: arrancar sonrisas.


Todo cuanto recordaré de esta experiencia será eso, haber conseguido despertar a la niña que llevo dentro, dispuesta a unirse a sus iguales para jugar, y demostrar un poco esa parte adulta que también tengo para ejercer como guía. Ser ambas cosas a la vez. Sé que se puede, aunque me hayan intentado hacer creer que no en el colegio. Porque eso es lo que no echaré de menos: a los profesores, al ambiente de mierda del colegio y a mi absoluta negación por pisar la sala de profesores. Ha sido asqueroso. La envidia profesional, las críticas en la clandestinidad y las sonrisas falsas en los pasillos, los comentarios de mierda,... Me gané la fama de "Absolutamente Canaria" (supuestamente, por sigilosa y apoyardá, que dicen aquí), al no querer unirme a ellos en la hora del café para oírlos reírse de los niños, sus padres y de los compañeros, por no estar dispuesta a soportar cómo insultaban a mi tutora para luego ver que hacían bromas con ella, para que no me criticaran por llevar el pelo suelto a boca de una tía que va hasta con mini-faldas a trabajar, donde te demuestran que lo importante no es sólo enseñar, sino hacerlo por encima de otro. Una competeción de a ver quién es mejor, cuando eran todos unos putos mierdas.

Ser profesor no es sólo cumplir con la Programación. No es entrar en clase, pegar un grito y hacer la ficha del día. No es tener a un niño con un trastorno y gritarle porque en sus dificultades, te pone de los nervios. También he aprendido lo que no quiero ser cuando me toque a mí ponerme al frente de una clase. No me considero una ilusa al decir que, eh, se puede enseñar a los niños con una actitud más alegre y próxima, que puedes abrazar a tu alumno si es el momento y a la vez ponerte firme si tienes que hacerlo. Aprender a que no te toreen y llegar a ese acuerdo con ellos: ser buena si lo merecen, ponerte seria si se piensan que es la fiesta máxima en la república independiente de tu pupitre. Hay cosas más importantes que terminar el puto libro antes de que finalice el trimestre.


A los niños y a esos poquísimos profesores que me demostraron seguir amando la profesión después de tantísimos años ejerciéndola... Gracias. Gracias por mantener la esperanza en mí y por mostrarme que no soy tan ilusa por hacer las cosas a mí manera y no sólo por cumplir. Gracias por devolverme la ilusión en esta profesión... y por darme el valor para ejercerla.

1 huellas:

Iria 29 de enero de 2010, 13:52  

Me parece una gran reflexión. Estoy de acuerdo en todo y te admiro por poder enfrentarte así a semejante jauría XD yo no sería capaz.

Por cierto, no me volví a acordar de preguntarte por Bruce :D

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