En tono sepia

De repente, dejó de ser un elemento decorativo más en el salón.

Fue extraño. Siempre había estado ahí, en tono sepia, la mirada perdida en algún punto que la cámara no había sido capaz de captar, su elegante uniforme guardando los secretos a los que había dedicado su vida. Aunque nunca te miraba, lo sentías cerca, en un segundo salvado para siempre, inmortalizándolo.

Estaba más cerca ahora, en la pantalla de mi ordenador. La reconocí enseguida. Había estado siempre en mi casa, cerca. Sin embargo, comprendí, nunca le había prestado la más mínima atención.

Fue extraño descubrir lo mucho que mi padre se parece a él. Hubiera podido creer que era él de no ser porque era una foto de la guerra. Jamás lo había pensado. Jamás me había importado, debo admitir. Murió de cáncer muchísimos años antes de mi nacimiento. Ni siquiera mi hermano lo conoció. Ni mi madre. Para mí, no existía. No puedes sentir nada por alguien a quien no conociste. Mas, creo que cometí el error de pensar lo mismo por mi padre.

Nunca he pensado en mi abuelo, ni en mi abuela, a quien tampoco conocí. No tenerlos ha sido una realidad constante a lo largo de los años. No he preguntado por ellos, ni me he interesado. Es raro, y hasta ahora me pareció normal pero, son los padres de mi padre, son parte de mi familia, de mí, aunque no los conozca.

Mirando la foto me pregunté qué clase de persona fue. Vivió una guerra, nueves meses en un campo y murió de una enfermedad. Es todo cuanto sé. De mi abuela tampoco sé nada, sólo que no caía bien a una de mis tías y que mi padre estaba en su funeral cuando yo nací.

¿Puedes sentir dolor por unas personas por las que ni siquiera sentiste cariño?

Tal vez sea la culpabilidad de no haberle preguntado nunca a mi padre, por no escuchar cuando hablaba de ellos.

Tengo cuatro abuelos, porque mientras mi padre los siga recordando, seguirán ahí. Quiero tener en cuenta eso. De ahí a escribir esto. No es una entrada a compartir. Es más para mí. Para ellos.